17 de julio de 2010

Una tarde casi perfecta

Buena música y un poco de estudio; un rato en la peluquería; comprar un libro nuevo que promete; una lagrima con un cuadradito de manzana.
Solo faltó la siestita para que sea una una tarde perfecta.

10 de julio de 2010

Así somos las mujeres en el baño

Esto me llegó por mail, uno de esos reenvíos que no sé donde arrancaron.
No lo firmaba nadie, asi que no sé quien lo escribió, pero me parece oportuno compartirlo porque refleja con mucha exactitud la odisea que nos representa a las mujeres ir a un baño público.

Para todos los hombres que se preguntan qué pasa en los baños de mujeres. 
Mi mamá era una fanática del cuidado en los baños públicos. De chiquita me llevaba al baño, me enseñaba a limpiar la tabla del inodoro con papel higiénico y luego ponía tiras de papel cuidadosamente en el perímetro de la taza. Finalmente me instruía: "Nunca, nunca te sientes en un baño público". Y luego me mostraba "La posición" que consiste en balancearte sobre el inodoro en una posición de sentarse sin que tu cuerpo haga contacto con la taza. Eso fue hace mucho tiempo. Pero aún hoy en nuestros años más maduros, "la posición" es dolorosamente difícil de mantener cuando tu vejiga está que revienta. Cuando "tenés que ir" a un baño público, te encontrás con una cola de mujeres que te hace pensar que los calzones de Brad Pitt están a la venta y a mitad de precio. Así que esperás pacientemente y sonreís amablemente a las demás mujeres que también están discretamente cruzando las gambas. Finalmente te toca tu turno. Verificás cada cubículo por debajo para ver si no hay piernas. Todos están ocupados. Finalmente uno se abre y te lanzás casi tirando a la persona que va saliendo. Entrás y te das cuenta que el picaporte no funciona; no importa... 
Colgás tu bolso del gancho que hay en la puerta, y si no hay gancho, te lo colgás del cuello mientras mirás como se balancea debajo tuyo, sin contar que te desnuca la correa que te colgaste al cuello, porque el bolso está lleno de mierdas que le fuiste tirando adentro - la mayoría de las cuales no usás, pero que las tenés por si acaso-. Pero volviendo a la puerta... como no tenía picaporte, sólo tenés la opción de sostenerla con una mano, mientras que con la otra de un tirón te bajás la bombacha y asumís "la posición"... Alivio......AAhhhhhh..... Más alivio... Ahí es cuando tus muslos empiezan a temblar.... Te encantaría sentarte, pero no tuviste tiempo de limpiar la taza ni la cubriste con papel, así que te quedas en "la posición" mientras tus piernas tiemblan tan fuerte que registrarían 8 en la escala de Richter, sin contar la salpicada finita del chorro que pega en la loza y que te moja hasta las medias ¡¡¡que seguramente se va a notar!!! Para alejar tu mente de esa desgracia, buscás el rollo de papel higiénico, peroooo, je, je...! el rollo esta vacío...!. Tus piernas tiemblan cada vez más. Recordás el pedacito de papel con el que te limpiaste hace un rato la nariz. Eso tendrá que ser suficiente. Lo arrugás de la manera más esponjada posible. Pero es más chico que la uña de tu dedo y encima. Y todavía está mojado de moco.. En eso, alguien empuja la puerta de tu baño y como el cerrojo no funciona recibís tremendo viandazo en la cabeza. Les gritás caliente: "OCUPADOOOO !!!", mientras continuás empujado la puerta con tu mano libre y el pedacito de Kleenex que tenías en la mano se te cae exactamente en un charquito que hay en el piso y no estás segura si es agua o piiis....je!, y vos te vas de espalda y te caés sentada en el inodoro del baño. Te levantás rápidamente, pero ya es demasiado tarde, tu culo ya entró en contacto con todos los gérmenes y formas de vida del asiento porque VOS nunca lo cubriste con papel higiénico, que de todos modos no había, aún cuando hubieras tenido tiempo de hacerlo. Sin contar el golpe en la cabeza, el desnuque de la correa del bolso, la salpicada del chorro en las piernas y en las medias, la que te conté, que todavía está mojada... el recuerdo de tu mamá que estaría avergonzadísima de vos si supiera; porque su culo nunca tocó el asiento de un baño público, porque francamente, "vos no sabes que clase de enfermedades podrías agarrarte ahí". Pero la debacle no termina ahí...ahora el sensor automático del baño está tan confundido que suelta el agua como si fuera una fuente y manda todo al colector con tal fuerza que te tenés que agarrar del tubo que sostiene el papel de baño (cuando hay) por miedo a que te vaya a chupar y vayas a aparecer en la China. Aquí es cuando finalmente te rendís. Estás empapada por el agua que salió del baño como fuente. Estás exhausta. Tratás de limpiarte con un celofán de unos chiclets Adams; luego salís inconspicuamente al lavamanos. No sabes cómo funcionan con los sensores automáticos así que te limpias las manos con saliva, te las secas con una toalla de papel y salís pasando junto a la línea de mujeres que aún están esperando con las piernas cruzadas y en estos momentos sos incapaz de sonreír cortésmente. Un alma caritativa al final de la línea te dice que vas arrastrando papel higiénico pegado a tu zapato del largo del río Mississippi...! Tironeás el papel del zapato, lo depositás rudamente en la mano de la mujer que te dijo que lo traías pegado y le decís suavemente: "Tomá... podés necesitarlo...!!!" y salís. En este momento ves a tu esposo que ha entrado, usado y salido del baño de hombres y que tuvo tiempo de sobra para leer La Guerra y la Paz mientras te esperaba. "¿Por qué tardaste tanto?" te pregunta azorado. Aquí es cuando vos le das una patada en los huevos y lo mandás a la misma mierda. Esto esta dedicado a las mujeres de todas partes que han tenido que usar un baño público. Y finalmente les explica a ustedes, hombres, por qué nosotras tardamos tanto. 

(Para todos los que se preguntaban qué pasó con Julia y su vecinito, ya está publicado un nuevo capítulo, hacé click AQUI)

5 de julio de 2010

Como un libro

Mi vida, como un libro, está llena de capítulos que se cierran, de otros que comienzan y de algunos finales abiertos.
Mi vida, como un libro, tiene varios titulares importantes, tiene personajes que se repiten y están presentes a lo largo de toda la historia y cada tanto tiene nuevas personalidades que me ayudan a seguir una pista importante, que me hacen reflexionar o que amplían mis horizontes.
Mi vida, como un libro, tiene unas cuantas dedicatorias para cada uno de aquellos a los que se ofrece.
Mi vida, como un libro, está repleta de giros inesperados, situaciones insospechadas, rutinas que se resumen en dos párrafos y descubrimientos que a veces llegan al final de la historia y otras dan comienzo a una nueva aventura.
Mi vida, como un libro, a veces está hecha de poesía, algunas veces de ensayos filosóficos y otras de novelas de amor, de suspenso, dramáticas y cómicas.
Mi vida, como un libro, está para ser compartido, para ser leído, en voz alta, en grupo, con amigos aunque muchas otras veces invita a la lectura silenciosa y a la reflexión.
Mi vida, como un libro, lleva mil palabras trazadas, pero afortunadamente todavía tiene montones de hojas en blanco esperando a ser escritas y vividas.


(Ya salió un nuevo capítulo de Las Aventuras de Julia, vos también podés ayudarla: hacé click AQUI)