23 de abril de 2009

Tomate un mate conmigo

El mate no es una bebida. Bueno, sí.
Es un líquido y entra por la boca.
Pero no es una bebida. En este país nadie toma mate porque tenga sed. Es más bien una costumbre, como rascarse.
El mate es exactamente lo contrario que la televisión: te hace conversar si estás con alguien, y te hace pensar cuando estás solo.
Cuando llega alguien a tu casa la primera frase es "hola" y la segunda "¿unos mates?".
Esto pasa en todas las casas. En la de los ricos y en la de los pobres.
Pasa entre mujeres charlatanas y chismosas, y pasa entre hombres serios o inmaduros.
Pasa entre los viejos de un geriátrico y entre los adolescentes mientras estudian o se drogan.
Es lo único que comparten los padres y los hijos sin discutir ni echarse en cara.
Peronistas y radicales ceban mate sin preguntar. En verano y en invierno.
Es lo único en lo que nos parecemos las víctimas y los verdugos; los buenos y los malos.
Cuando tenés un hijo, le empezás a dar mate cuando te pide. Se lo das tibiecito, con mucha azúcar, y se sienten grandes. Sentís un orgullo enorme cuando un esquenuncito de tu sangre empieza a chupar mate.
Se te sale el corazón del cuerpo. Después ellos, con los años, elegirán si tomarlo amargo, dulce, muy caliente, tereré, con cáscara de naranja, con yuyos, con un chorrito de limón.
Cuando conocés a alguien por primera vez, te tomás unos mates. (te acordas?)La gente pregunta, cuando no hay confianza: "¿Dulce o amargo?". El otro responde: "Como tomes vos".
Los teclados de Argentina tienen las letras llenas de yerba. La yerba es lo único que hay siempre, en todas las casas. Siempre.
Con inflación, con hambre, con militares, con democracia, con cualquiera de nuestras pestes y maldiciones eternas. Y si un día no hay yerba, un vecino tiene y te da. La yerba no se le niega a nadie.
Éste es el único país del mundo en donde la decisión de dejar de ser un chico y empezar a ser un hombre ocurre un día en particular.
Nada de pantalones largos, circuncisión, universidad o vivir lejos de los padres.
Acá empezamos a ser grandes el día que tenemos la necesidad de tomar por primera vez unos mates, solos. No es casualidad. No es porque sí. El día que un chico pone la pava al fuego y toma su primer mate sin que haya nadie en casa, en ese minuto, es que ha descubierto que tiene alma. O está muerto de miedo, o está muerto de amor, o algo: pero no es un día cualquiera.
Ninguno de nosotros nos acordamos del día en que tomamos por primera vez un mate solo. Pero debe haber sido un día importante para cada uno. Por adentro hay revoluciones.
El sencillo mate es nada más y nada menos que una demostración de valores...
Es la solidaridad de bancar esos! mates lavados porque la charla es buena.
La charla, no el mate.
Es el respeto por los tiempos para hablar y escuchar, vos hablás mientras el otro toma y es la sinceridad para decir: ¡Basta, cambiá la yerba!".
Es el compañerismo hecho momento.
Es la sensibilidad al agua hirviendo.
Es el cariño para preguntar, estúpidamente, "¿está caliente, no?".
Es la modestia de quien ceba el mejor mate.
Es la generosidad de dar hasta el final.
Es la hospitalidad de la invitación.
Es la justicia de uno por uno.
Es la obligación de decir "gracias", al menos una vez al día.
Es la actitud ética, franca y leal de encontrarse sin mayores pretensiones que compartir.

Dicen que es de Lalo Mir en el programa "Lalo Bla Bla" Radio Mitre

14 de abril de 2009

Marque con una cruz

Indignada estoy. Si.
Malditos burócratas. Fui al banco a obtener un servicio que me ofrecían. Me atendió un oficial de cuenta. Por acá por favor. Pura sonrisa. Le comenté mi inquietud y su sonrisa se ensanchó aún más, si eso fuera posible.
Sacó de uno de sus cajones mil millones de formularios. Firme acá, acá, acá y acá. Después acá y acá. En este firme acá y acá. Luego por acá. Por último en este firme acá, acá, acá y en este cartoncito donde le puse la cruz. Yo no sabía si estaba abriendo una cuenta bancaria o estaba cediendo mi sueldo a ese tipo de por vida. Entre la enorme cantidad de papeles que me hicieron firmar y la letra diminuta que tenían esos formularios con miles de millones de cláusulas podría haber estado firmado un pagaré por 150.000 dolares que ni me enteraba.
Pero no fue esto lo que me indignó. Una vez estampada mi firma por los miles de acás el hombre completó en una sola sola hojita mi nombre y apellido, mi DNI y fecha de nacimiento. Llegó a un casillero en que no pudo encontrar la respuesta en su computadora y me miró y preguntó:
Soltera, no?
Qué le costaba preguntar simplemente: Estado Civil? Qué habrá leido en mi que le hizo pensar que estoy soltera. La vestimenta no era. Estaba con el uniforme del trabajo. Es cierto que no tenía anillo de casada, pero podría haber sido divorciada, no? Hasta existe un casillero más para eso.
Será que tengo un cartel en la frente que dice: Solterita y sin apuro!!!?? o peor aún la nota pegada por encima de mis cejas dice: Busco novio, no importa, raza, religión ni color, exijo amor y locura!!!??
Por las dudas al salir del banco me miré en el vidrio espejado de la puerta y no. Ahí estaba mi frente despejada, solo cubierta por el flequillo de siempre y sin señales del cartel que alertó a mi oficial de cuenta de que ante esos casilleros todavía sigo marcando la cruz en medio de la soltería.

10 de abril de 2009

El príncipe azul no tiene etiqueta

¿Cuántas veces te preguntaste a vos misma cómo es tu hombre ideal? Me gustan altos, no muy delgados, inteligentes, que sepan cultura general, colaboradores, románticos al punto de ser cursis. Parecemos estar comprando un vestido para una ocasión especial. Que sea de color, para salir del clásico negro, pero que no sea muy llamativo. Ni corto, ni largo, no muy cargado pero con algún detalle...
Dicen que las comparaciones son odiosas pero vale decir que somos indecisas a la hora de vestirnos, así que elegir al hombre ideal resulta una tarea casi tan complicada como la primera.
Sin embargo, ¿quién de nosotras no se ha comprado alguna vez algo que nunca llegó a usar? ¿Cómo es posible que algo que parecía ser perfecto se transforme, viaje a casa de por medio, en una prenda que definitivamente nada tiene que ver con nosotras?.
Parece que con los hombres puede pasarnos lo mismo. Descartamos una y otra vez a personas del sexo opuesto simplemente porque no encajan con ese modelito -en realidad, ni siquiera definido- de hombre ideal y así elegimos a aquel que cumple con el mayor porcentaje de los requisitos. ¿Qué pasa después? Por decisión de ellos o nuestra, eso que los hacía especiales se desvanece y este exclusivo ejemplar no tiene garantía y es tarde para devoluciones.
¿Será que debemos dejar a un lado los prejuicios? ¿Será que los requisitos no son tan eficientes? O tal vez, aunque un hombre encaje en nuestros ideales y sea simplemente perfecto, finalmente el que decide es el corazón?
¿Las historias de hadas, que hablaban de un príncipe enamorado de una sirvienta o de una hermosa mujer enamorada de una Bestia, nos enseñaban en realidad que la magia depende de nosotros? ¿Que si no encasillamos ni etiquetamos a alguien podremos ver con el corazón?
Dudo que la vida sea un cuento de hadas pero tal vez si pudiéramos ver mas allá de nuestros ojos, encontraríamos lo que tanto estamos buscando: ningún príncipe azul, simplemente un hombre con quien compartir nuestra felicidad.

Este post no es de mi autoría. Gracias Yani por compartir tus escritos conmigo!!!

5 de abril de 2009

Quiero otro casamiento!!!

Hay pocas cosas que me diviertan tanto como el casamiento de una amiga. Nunca, jamás me aburri en uno.
El casamiento de una amiga empieza cuando anuncia que tiene fecha. Desde ahí comienzan los preparativos que seguimos bien de cerca. Han habido unas cuantas que de tanto preguntar que novedades nos prohibieron hablar de casamiento en su presencia.
Cuando se acerca el día señalado empieza la odisea: ¿Que me pongooooooo? No es fácil. Ninguna de nosotras tiene un sueldo tan abultado que permita la compra de un vestido por casamiento por lo que hay que volver a usar uno que teníamos o pedir prestado algo. El problema acá es que no podemos repetir vestidos con la misma gente, aunque seamos honestas, ninguna de nosotras se acuerda qué usó la otra con anterioridad. Una vez ubicado el vestido o conjunto a utilizar se deben conseguir los accesorios que combinen, sacar turno en la peluquería o conseguir alguien que nos dé una mano con el peinado. Llegada la fecha tres horas antes comienza el recauchute: Pelo, maquillaje, vestido, cartera, aros, perfume, chal o tapadito. Nada puede faltar
La ceremonia por iglesia siempre es emocionante. Yo soy de lágrima difícil pero se sabe de más de una que moquea ante el sí acepto de los novios. Son marido y mujer. Aplausos. Saluden rápido que tenemos hambre.
Llegamos al salón. Buscamos algo para tomar así vamos arrancando y después nos ubicamos estratégicamente donde salen las bandejitas con canapés. El coctail es el momento ideal para socializar, para reencontrarse con gente conocida y para fichar posibles candidatos. Cuando los novios ingresan al salón se arma un pogo generalizado para darles la bienvenida. Ahora si. Ya podemos devorar el lomo con papas de nosequé, que al fin y al cabo siempre es papa hervida.
Una vez concluido el postre llega el vals y luego la música a la que yo llamo de viejos, donde te ponen esos temas antiguos como New York, New York o W.M.C.A mientras todos hacen el pasito. Finalmente, después de los postres, el lanzamiento del ramo y el brindis de los novios, comienza la música más divertida, puro cachengue, pura cumbia y reggetón. A esta altura de la noche para las mujeres ya es imposible soportar los tacos y pasamos a unas ojotas o unas zapatillas que llevamos en una bolsita, porque en las carteritas diminutas de fiesta nunca entran.
En esta etapa nunca falta el cotillón que le suma el toque de color y desprolijidad a la noche. Tampoco faltan el tío vejete que trata de levantarse a las amiguitas de la novia, las amiga de la novia haciendo todas las coreos que se aprendieron de tanto ir a bailar todas con una peluca y un gorro de bufón en la cabeza, los amigos del novio haciendo lo posible por ir para abajo cuando el meneaito lo pide. Y yo por supuesto, que no paro de saltar y hacer pasitos como una descontrolada, que en más de una ocasión me han llevado a terminar con los pies totalmente machucados.
A medida que los presentes se van retirando, vuelven los mozos con la pizza o el sangüichito de lomo de fin de fiesta. En el momento justo en que uno se da cuenta de que se comería un búfalo nos rescatan de la inanición pero no de la borrachera.
No importa cuando ni como han sido los casamientos de mis amigas y mis hermanos, siempre pero siempre me han hecho creer más en que el amor es posible y que con buena música, mucho alcohol y algo de comida vale la pena celebrar ese amor.