Te escucho al mejor estilo Luisa Delfino

Al momento de nacer las mujeres tendríamos que obtener el título de psicólogas, por el solo hecho de tener la condición femenina a cuestas.
Desde que tenemos uso de razón nos dedicamos a escuchar y dar consejos. A medida que avanzamos en edad y vamos perfeccionándonos se va ampliando el campo de influencia. Pasamos de aconsejar a nuestras amigas sobre el chico que les gusta a conversar con nuestras madres sobre las complicadas idas y vueltas familiares.
Escuchar, cuestionar y aconsejar son cosas que hacemos todas juntas y al mismo tiempo si el análisis se realiza en grupo, aunque siempre lleva la posta aquella que cuenta con más herramientas por haber realizado terapia en innumerables ocasiones. Hablamos de proyectar, reprimir, sublimar y otras palabras técnicas solo con la precisión de la intuición.
Las mujeres podemos dar un veredicto sobre un hombre con el que salimos un par de veces y al que le escuchamos solo algunas frases sobre sí mismo porque tenemos la capacidad innata de relacionar todo, ponerlo en la balanza y sacar nuestras propias conclusiones. Una vez que llegamos a un diagnóstico que parece que no deja cabos sueltos definimos cual debería ser el tratamiento a seguir.
Una gran paradoja: Todas podemos resolver la vida ajena y la propia no. ¿Por qué será?