No estoy loca. Solo tengo miedo. El miedo no solo nos paraliza, también nos lleva a pensar las cosas más extrañas. El miedo lleva a justificar lo injustificable, a contar sólo parte de la verdad. Sabemos que si contáramos todo escucharíamos aquello que no queremos escuchar y nuestras sospechas se harían reales y no nos quedaría otra opción que actuar. ¿Cuántas veces al hablar con nuestras amigas contamos solo algunas cosas, tratamos de no mencionar ciertas situaciones o evitamos directamente esos temas escabrosos que tanto nos preocupan? El miedo nos lleva a callar y solo hablar una vez que el tormento pasó y pudimos confirmar que no era nada, solo miedo. Cuando hablamos de aquello que nos da miedo notamos que en realidad es ridículo, siempre parece que hablamos de pavadas, porque siempre es irracional, no nos deja pensar con claridad. Es como el miedo a la oscuridad después de una película de terror. Sabemos que no hay nadie debajo de nuestras camas pero dejamos la luz prendida, por si acaso. Es irracional, lo sabemos, pero eso no quita que lo que sentimos no sea real.
No queremos equivocarnos, ese es el pánico más terrible. Sufrir. El miedo nos lleva a buscar evitarlo, pero en el camino, mientras estamos dominadas por ese miedo lo único que hacemos es sufrir. Lo peor del sufrimiento miedoso es que es nuestra culpa, de nadie más. Si nos arriesgáramos y nos lanzáramos a enfrentar lo que nos atormenta y resulta que luego sufrimos al menos tendríamos la tranquilidad de saber que lo estábamos intentando. A mi siempre me encantó el ejemplo de que el miedo es como la fiaca a levantarse de la cama, para vencerla no hay que pensar, solo hay que tomar impulso y arrancar el día. Pero no, en realidad el miedo es mucho peor hay que enfrentarlo cada vez, mil veces. No podemos ganarle de una. Tiene miles de vidas y toma miles de formas, aparece en distintas situaciones y he descubierto que el único modo de vencerlo no es pensando, sino actuando todo lo contrario de lo que el miedo está evitando. Si lo quiero llamar, lo llamo, si lo quiero buscar, lo busco, si necesito hablar, lo hago, si quiero verlo, lo invito a mi casa.
Si, es la única manera. Hay que exponerse, volverse vulnerable para ser fuerte, para aprender, para caminar, para amar, para disfrutar.
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