Me junté con las chicas, mis amigas, las casadas. En medio de la charla surgió un tema que me dejó pensando. Todas tenemos un pendiente con algún hombre que se cruzó por nuestro camino a lo largo de la vida. Puede ser algún ex-novio que tenía ese algo que todavía añoramos. Puede ser un potencial candidato con el que todo venía viento en popa pero que nuestra falta de experiencia o seguridad llevó a que todo se fuera a pique. Puede ser uno que hirió nuestro orgullo, porque nunca nos dio ni cinco de pelota mientras nosotras lo idolatrábamos en silencio.
En el caso de mis amigas, su estado civil y su decisión de dejar el pasado atrás, no impiden ese sentimiento de añoranza: ¿Que hubiera pasado si...? ¿Que pasaría ahora si...? Pero todas las dudas quedan solo en eso. Un gran interrogante sin respuesta. Ante esto debo decir que me desilusioné bastante.
Ilusa e ingenua como siempre, estaba segura de que esos pendientes que tengo se iban a solucionar en algún momento. Estaba convencida de que tarde o temprano iba a poder cerrar un par de historias que andan dando vueltas por la vida. Juraba que un llamado, un encuentro, un viaje, una salida iban a concluir la historia. Pero no. Me di cuenta de que una vez que llegara el llamado, el encuentro, el viaje, la salida seguramente me quedaría pendiente algún otro llamado, encuentro, viaje o salida.
Debemos ser realistas. Hay historia que parecen condenadas a ser un eterno veremos.
Hay historias que por mucha agua que pase bajo el puente siempre serán una asignatura pendiente.
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