Hablar por teléfono es algo que mucha gente odia. A mi me encanta. Mi padre solía protestar y decirme que si tenía tanto que hablar con las chicas lo mejor era que me tome el bondi y me junte a tomar el té así dejaba libre la línea para el resto de la familia. No entendía que estos encuentros virtuales eran necesarios para la supervivencia de la amistad.
Hablar por teléfono. Si sos mujer lo tenés que haber hecho al menos un millón de veces con tus amigas. Un encuentro telefónico es tan fundamental como un encuentro cara a cara y muchas veces es aún más importante. La voz nos trae la presencia de la otra persona y eso es todo lo que necesitamos para empezar el diálogo.
El tiempo de la conversación puede variar, una hora, una hora y media, dos. Nada externo detendrá la llamada. Mientras hablamos por teléfono podemos cocinar, comer, ir al baño, pintarnos las uñas, trabajar, preparar la ropa que nos vamos a poner al día siguiente, ordenar el cuarto o simplemente quedarnos echadas mirando el techo. Lo importante no es lo que estemos haciendo, sino las palabras que en la conversación surgen. Podemos hablar de la última salida, de las novedades de cada una de nuestras amigas, de nuestros proyectos y horarios, de nuestros sueños y esperanzas, de nuestras tristezas y alegrías, podemos debatir acerca de todo y también podemos hablar de nada. Por momentos parece que nos vamos quedando sin tema, pero interrumpimos el silencio diciendo: y que maaaaas? a lo que la otra contestará: Ah, me olvidé de contarte... y todo vuelve a comenzar.
La conversación telefónica con una amiga no tiene un orden determinado. Podemos arrancar por lo importante o hablar durante horas para tirar la bomba dos minutos antes de cortar, comentando al pasar el tema que en realidad nos preocupa o podemos tener una conversación del tipo aleatorio es decir ir saltando de una cosa a la otra para volver siempre al tema picante del momento. Durante la charla nos turnamos para ser confidentes la una de la otra y ser psicólogas y confesoras, a veces es escuchamos y otras damos o recibimos un gran sermón acerca de la vida y sus complicaciones.
Con una amiga no importa de qué hablamos, durante cuanto tiempo o en qué nos ocupamos mientras lo hacemos, lo importante es mantenernos en línea, porque ese es otro modo de estar en contacto y alimentar el vínculo que hace tiempo venimos construyendo.
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