El vecinito de enfrente

Si querés mi consejo te digo no te enganches con un vecino. Ni se te ocurra. No sea cosa que te pase como a mi amiga, que conoció en la fiesta del trabajo a un lindo muchacho con departamento colindante al suyo.
En una de esas fiestas enooooormes, donde solo te resultan familiares los 20 de tu piso, pero que está lleno de gente por conocer, se fichó a un bombón. Él la miró, le charló, le bailó, la buscó y entre un paso de cumbia y otro de reggetón descubrieron que los sectores donde desempeñaban sus tareas eran muy distintos, pero la manzana en la que vivían era la misma. Pasadas las 5 de la mañana, ella cansada de andar sobre sus tacos aguja anunció que se retiraba. Te acompaño dijo él. Compartieron taxi y sin saber como compartieron ahí mismo unos besos. Con cualquier excusa él buscó continuar lo que habían empezado. Querés subir a casa? no sabés que linda vista tiene mi balcón. Te juro, no va a pasar nada que vos no quieras. Ahí estaba la maldita frase. Ella no sabe qué es lo que la motivó a aceptar, si la perspectiva de conocer la ciudad desde ese balcón o las 5 o 6 copitas de champagne que se había tomado durante la noche. Como era de suponerse terminaron enredados en la sábanas con muchas ganas y poca ropa. No recuerdo los pormenores del tema, si ella amaneció en ese departamento o si él la acompañó la media cuadra que quedaba hasta su casa. Lo importante del cuento viene ahora. Prestá atención así aprendés con la experiencia ajena.
Una vez devuelta a su hogar ella descubrió que desde su casa se veía el balcón de él y así casi inconscientemente, cada vez que sus pensamientos se dirigían hacia ese vecinito lindo, sus ojos se veían atraídos por ese balcón y esa cama que divisaba a lo lejos. Fantaseaba con el momento en que él se asomara meditabundo a su balcón y descubriendo su mirada en aquella ventana la saludara y le tirara un beso o por señas la invitara nuevamente a visitarlo. Cuatro días le duró el amor y la ilusión.
Cierta tarde de calor mientras ella levantaba la persiana con la esperanza de hallar un poco de aire para refrescar el ambiente lo vio y no estaba saludándola ni estaba haciéndole señas. Ahí, en la misma cama, entre las mismas sábanas estaba él revolcándose con otra. Una intrusa que llegó para hacer pedazos sus fantasías y devolverla de un golpazo a la realidad.
Por eso, hacé lo que te digo, no te metas con un vecino con lo caro que está todo. Vas a ver que es más fácil encontrar un nuevo muchacho que conseguirte un nuevo alquiler a tan buen precio como el tuyo.