21 de octubre de 2007

El que no arriesga no gana

Exponernos. Ponernos ante otros tal cual somos es difícil. Si a veces no somos capaces de exponernos ante nosotros mismos, mucho más nos cuesta hacerlo ante los demás. Hay que encontrar el equilibrio. No es bueno exponerse ante cualquiera porque no todo el mundo puede escuchar lo que tenemos para decir y entender en qué estamos para prestarnos apoyo o decirnos la palabra justa. Tampoco es bueno que el miedo a exponernos lleve a esconder lo que somos o a escapar de lo que sentimos.
En muchas situaciones quedamos expuestos. Con nuestros amigos planteamos lo que nos pasa o nos apropiamos de lo que les pasa a otros para imaginar juntos que haríamos en esa situación Tratamos de entender la vida y de aprender juntos a transitarla lo mejor posible. En el sexo nos exponemos. No solo exhibimos nuestro cuerpo sino que en un punto mostramos una parte de nosotros mismos, por ejemplo mostramos generosidad o egoísmo, mostramos pasión o indiferencia, dedicación o vagancia, entrega, interés, amor, respeto, etc.
Pero hay otro tipo de exposición que es aún más complicada y es la exposición frente a una pareja o frente a una persona que queremos que sea nuestra pareja, o que quizá si lo conocemos lo suficiente en algún momento queramos que sea nuestra pareja. Cuando uno empieza a conocer a alguien elige cada uno de los modos en que será autentico y se pondrá frente al otro. Muchas veces si uno se siente lo suficientemente cómodo con el otro esa situación se va dando sin pensarlo. Nada mejor que una buena charla donde descubrimos que revelamos demasiado. Al avanzar la relación, cuanto más crece el conocimiento la exposición se hace cada vez más complicada, porque solo va quedando oculto aquello que por algún motivo nos da miedo compartir. Cuanto más se quiere al otro más miedo tenemos de que no nos entienda, de que todo se termine y por eso preferimos conciente o inconcientemente dejar algunas cosas de lado y solo dejar ver una parte de nuestros sentimientos o pensamientos.
Nunca es fácil, cuanto más nos abrimos a otro más corremos el riesgo de quedar expuestos y de que esa entrega que hacemos no sea bien recibida. Pero a la vez al abrirnos a otros, ya sea amigos, familia o pareja también nos arriesgamos a descubrir que nos quieren, que tenemos alguien que nos da su soporte, que nos aguanta, que nos contiene, que nos acepta como somos, con nuestras cosas buenas y malas, con nuestro pasado y nuestro presente, con nuestros sueños y deseos. A veces hay que arriesgarse para descubrir que es más lo que uno recibe que lo que uno da al entregarse. Así que miremos nuestra vida y hagamos nuestra apuesta, porque como mil veces escuchamos el que no arriesga no gana.

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