Vivir nos lleva a sentir y al vivir y sentir tenemos la enorme necesidad de controlar nuestros sentimientos, porque de ese modo creemos que podemos controlar lo que vivimos. No es la vida la que nos vive sino que nosotros vivimos la vida.
Pero ¿Qué pasa cuando no estamos en condiciones de encasillar lo que sentimos?
Racionalizar lo vivido es fundamental para sentir que tenemos las riendas de nuestra vida. A veces estamos confundidos, no tenemos en claro qué nos pasa pero en el fondo el problema es que no queremos o no podemos asumir lo que nos pasa realmente. Intentamos encajar lo que sentimos en el casillero incorrecto y eso es lo que en realidad nos confunde.
Asumir realmente lo que sentimos en las distintas situaciones es el único modo de hacernos cargo de lo que vivimos para tomar las decisiones correctas ante lo que nos pasa. Muchas veces no es fácil porque esto implica a otros y tenemos miedo de lastimarlos o de salir lastimados nosotros mismos. Por eso el único modo de salir triunfantes de estos enredos de la cabeza y el corazón es la sinceridad con uno mismo. Esto no siempre es sencillo. Para esos momentos cuento con la presencia de mis amigas que en las épocas de mayor confusión me enfrentan con aquello que a veces sé que está ahí pero no quiero afrontar. Y así ellas me hacen crecer.
Muchas veces he podido resolver lo que me pasa pero muchas otras he necesitado a mis amigas para ponerme delante de lo que tanto miedo me daba decir o siquiera pensar, porque al ponerle palabras las cosas cobran vida y no queda otra que hacerse cargo. Al menos yo no sirvo para mirar para otro lado cuando sé que las cosas están ahí. Porque sé que es necesario asumir lo que sentimos para tomar las riendas de nuestra vida y saber que no es la vida la que nos vive sino que somos nosotros los que vivimos la vida.
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