Un día hace mucho decidí irme a vivir sola. Durante meses y meses fui ahorrando lo que podía mientras le daba vueltas y más vueltas a la idea. Hasta que un día dije: me mudo. Mientras mamá como siempre tenía solo palabras de aliento para mi nuevo proyecto, papá enseguida me empezó a aconsejar. "¿Para que te vas a mudar, si acá no te falta nada? Alquilar es tirar la plata, quedate unos años y ahorrá, después te sacás un crédito y te mudás a algo que sea tuyo". Él no solo pensaba en el bien de mis finanzas sino en su imposibilidad de asumir que le estaba llegando el momento de atravesar por el síndrome del nido vacío. Igualmente siempre concluía lo mismo. Lo mejor para mi era quedarme viviendo con ellos. No importaba que yo dijera que en este país nunca se sabe que puede pasar, quizá ahorro 5 años, consigo la base para sacar un crédito y después explota todo y mi plata no vale ni un boleto de bondi, nada me asegura que en el futuro pueda comprar algo. No importaba que yo pensara que ya era hora de demostrarme a mí misma que era lo suficientemente independiente como para hacerme cargo de mi vida. Realmente no me faltaba nada, me malcriaban, me mimaban, me charlaban, se preocupaban por mi, pero yo quería dar un paso mas.
Horas nos podíamos pasar debatiendo sobre la conveniencia o no de mi futura mudanza, pero la decisión estaba tomada. Me mudo. Encontré un departamento, junté mis cosas y me fui. Nunca me arrepentí.
Hoy a seis meses de que partiera de la casa de mis padres con mi ropa, mis libros y algunas cosas mas, descubro que mi casa es todo lo que siempre quise que fuera. Es un lugar de encuentro con mis amigas, donde todas se sienten lo suficientemente cómodas como para hacer lo que se les canta: mirar una revista, charlar horas y horas, pintarse las uñas, comer una picada, hacer maratón de Sex & The City, cocinar una fondiu con un grupo de candidatos o hacer un piyama party entre nosotras como cuando teníamos 12 años. Hoy mi casa es un lugar que siempre tiene sus puertas abiertas para la gente que quiero, pero también es mi refugio donde puedo estar sola, donde puedo pensar, donde puedo escribir, leer, mirar tele, estudiar, cocinar o pavear en la compu. Es el lugar donde puedo invitar a quien quiero para hacer lo que quiero cuando quiero. Mi casa es mi hogar. Si, soy una chica de su casa, porque queda feo decir que soy una chica de hogar.
Mi casa y todos los momentos en que la disfruto valen cada uno de los pesos que pago por ella y eso no lo cambio por nada.
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