22 de marzo de 2008

Eso que tiene el campo

Un fin de semana en el campo es completamente diferente a cualquier fin de semana en la ciudad. Uno vuelve con esa sensación de aire renovado, de haber cambiado de ambiente y haber despejado la mente.
Un fin de semana de campo implica comer como cerdas, dormir como morsas y charlar como cotorras.
Los asados en el campo tienen ese gustito diferente, unos dicen que es la carne, otros que es la leña, pero lo cierto es que no hay nada mejor que unos buenos asados, tomarse el tiempo para prepararlos y hacer las ensaladas, sentarse frente al fuego con una cervecita o un trago y charlar pavadas. Comer el asado es casi tan importante como su elaboración, implica elegir el mejor pedazo cada vez que pasa la bandeja, guardar un lugarcito para el matambrito que tiene una pinta terrible, el aplauso para el asador, comer otro pedacito de tira aunque parece que estas por reventar. Hay otros momentos relevantes vinculados a la comida como el cafecito después de comer, las galletitas a cualquier hora, el mate del atardecer, los alfajores pasadas la media noche para acompañar el trago que venimos tomando hace rato, las manzanas con dulce de leche que no comías desde que eras chica, las picadas y las pizzas.
Pero no todo es comestible. También hay lugar para los juegos de cartas, el dígalo con mímica, el rato de lectura en el sillón, si el clima acompaña tomar sol en la pileta y si hay hombres también incluyen el fulbito, el tenis, las bochas y cuanto juego exija un poco de ejercicio físico, mientras nosotras los miramos y pensamos: Que fiaca!! por que no se quedan quietos? y aprovechamos para chusmear y tocar todos esos temas que no hemos podido hablar en su presencia.
Hay otro momento sagrado en el campo del que no hay que olvidarse: La Siesta (sí, con mayúscula). ¿Que sería de una tarde de campo sin una buena siesta?. Esas que duran horas, que se duermen sin apuro y sin horarios, sin reloj y sin tiempo. Uno de los máximos placeres.
Más allá de todo esto, como sabemos la siesta, la comida, la bebida y los juegos dependen siempre de la buena compañía. Pueden ser amigas de toda la vida o amigas de las últimas que entraron en nuestra vida, pueden ser también amigos nuevos y conocidos que nunca sabemos cuando volveremos a ver. La onda del grupo es fundamental. Solo se disfruta cuando todos están para eso, cuando todos festejamos los chistes, aunque sean de un humor muy negro al que hay que acostumbrarse. Se disfruta cuando todos se ríen con vos y de vos, cuando te ponen sobrenombres nuevos o te cuentan sus últimas aventuras y sus anécdotas más viejas, cuando discutís de temas profundos como las relaciones humanas y de temas complejos como el sexo, cuando te hacen partícipe de sus códigos o se crean nuevos códigos. Se disfruta con amigos y yo me siento agradecida de tenerlos y de que sean generosos conmigo, que compartan sus instalaciones, sus chistes y sus vidas.
Por eso al volver estoy contenta y aunque estoy cansada y tengo sueño, pienso: Que suerte que fui y ojalá que no se corte.

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