Hoy es uno de esos días de paz que vienen después de la tormenta. Un día productivo. Ojalá pueda hacer que fueran todos así. Almorcé con mi familia en una parrilla de Palermo y después trabajé de tía. Acompañé a mi hermano mayor con mis cuatro sobrinos a los bosques de Palermo. Alquilamos bicis y un carromato y nos dedicamos a pedalear, jugar carreras y esquivar niños y adultos, que como nosotros disfrutaban del domingo de sol. Terminé con un dolor terrible en los gemelos, producto de mi falta de estado físico y con una gran alegría de haber disfrutado de un programa distinto con los chiquitos. Después, en casa estudié un par de horas y escribí para un curso que estoy haciendo de creatividad literaria. Por eso pienso que fue un día muy productivo y nada me puede sacar esta sensación de sentirme feliz con mi vida. Ni las últimas noticias de quien fuera en otro tiempo una de las personas mas importantes de mi vida, ni la inexistencia de un novio, ni la falta de una familia propia, cosas que ultimamente me tiraron para abajo.
Hoy, una vez más, comprobé que el foco tiene que estar puesto en disfrutar de esas cosas a las que ya estamos acostumbrados o que elegimos en esta etapa: un almuerzo, el sol, compartir, estudiar lo que nos gusta, escribir, la familia, charlar y saber que hay un lugar al que perteneceremos siempre. Todo lo demás pasa.
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