8 de febrero de 2008

No sos vos, soy yo.

Toda ruptura es difícil. Cuanto mayor sea el tiempo compartido o más las expectativas puestas en la relación más complicado es aceptar que alguien no quiere estar con nosotros. Al principio los entendemos. Pobre, tiene problemas para comprometerse, tiene problemas para madurar, para compartir la intimidad, para dejar la joda. Las excusas pueden ser miles. Nos duele que nos dejen por eso y nos damos cuenta de que tenemos tantas ganas de estar con el otro que seríamos capaces de bancarlo en sus procesos y nos convertiríamos sin problema en su amiga, en su amante, en su psicóloga o en lo que haga falta para ayudarlo a superar esas taras mentales que le impiden descubrir que somos lo mejor que le pasó en la vida.
La segunda etapa después de escuchar el famoso no sos vos, soy yo, es odiarlo. Malditos hombres inmaduros que no aceptan que es hora de sentar cabeza y largar a sus amigos y la juerga. Malditos hombres que no son valientes como para asumir lo que sienten y hacerse cargo de ello. Malditos hombres que no son capaces de darse cuenta de que el compromiso no tiene por qué ser una prisión, si somos mujeres modernas que estamos dispuestos a respetar sus espacios y sus tiempos. Malditos hombres que están en cualquiera, ¿que cornos significará eso?, Creo que es un modo sutil de decir que están pensando en cualquiera, en cualquier otra mujer que no seamos nosotras. Malditos hombres que nos dicen que somos demasiado para ellos, que nos dicen que somos divinas y merecemos tener un hombre mejor, que ellos no pueden darnos lo que necesitamos. La gran cuestión aca es: ¿Y ellos como saben qué necesitamos nosotras?
Cuando nos dicen que nos merecemos algo mejor, porque ellos no son lo suficientemente buenos para nosotros dejan de lado varias cuestiones. Evidentemente tan perfectas no debemos ser si nos enamoramos de un hombre que tiene la autoestima por el piso y que no es capaz de darnos nada. Tal vez ellos piensen que simplemente somos unas masoquistas y nos encanta el pibe que nos hacen sufrir producto de su gran cantidad de incapacidades afectivas. O tal vez piensen que somos mujeres muy desinteresadas y solidarias, capaces de olvidarnos de nuestra propia felicidad para darle nuestro afecto a este pobre infeliz que no se lo merece. La Madre Teresa un poroto al lado nuestro.
Una vez superadas las etapas de compasión y de odio crónico hacia todo el género masculino nos damos cuenta de que en definitiva salimos ganando. Nos sacamos de encima un soquete problemático que deja pasar la chance de ser acreedor de nuestro amor incondicional. Es en esta tercera etapa en que salimos a la búsqueda de un nuevo amor, porque en definitiva esta oportunidad era única y él se la pierde.

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